Desde el balcón puedo ver a los trabajadores de Obras Públicas tapando y arreglando los baches de la avenida de Francia y a la vez, carretera que va a nuestro país vecino. Los trabajos al aire libre son desagradables porque, ya se sabe, con calor o frío hay que realizarlos. Mi padre era capataz de camineros y lo recuerdo siempre con su bicicleta grande como un caballo y pesada como el plomo, con la que recorría las carreteras de entonces y dentro del "morral" llevaba su comida. Siempre había algún caminero solitario por las orillas, con su pico, pala y carretillo limpiando las cunetas ... Han cambiado mucho las cosas, para bien, ahora van en brigadas con camiones y comen caliente todos los días. Antes, su soledad llegaba hasta sus viviendas, aquellas casillas diseminadas a lo largo de la carretera ... ahora también desaparecidas.
En la foto mi padre con su inseparable bicicleta.
En la foto mi padre con su inseparable bicicleta.
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