Ellos también están

Ayer hubiera sido el cumpleaños de mi madre, también el santo, porque entonces era costumbre poner el del día en que se había nacido. A ella le tocó Santa Maximina y con ese nombre la bautizaron, luego fue Maximineta, siguió Maxi y por fin yaya-Mina.

Vivió una historia apretada de acontecimientos y sobre todo intensa, todos los de su generación tenían grandes vivencias a sus espaldas con las que tuvieron que seguir conviviendo, unas las contaron a sus hijos y nietos pero otras se las llevaron con ellos para siempre.

Mi madre era la cuarta de seis hermanos huérfanos de padre, tendría 13 años cuando subió a Sallent como doncella de Louise, la esposa francesa del famoso "Gigante de Sallent", Fermín Arrudi, ya era viuda entonces, mi madre sólo recordaba los enormes utensilios que él había utilizado cuando vivió. Allí empezó a familiarizarse con la lengua vecina, tenían un hotel muy visitado por alpinistas franceses y a ella la llamaban cariñosamente "la petit"

La guerra la vamos a saltar. Refugiada en Francia vivió dos años trabajando e hizo de intermediaria de las dos Españas. Las cartas le llegaban de un lado y del otro, con claves acordadas les contestaba y todos sabían noticias de sus familias. La Segunda Guerra Mundial remató ... lo que estaba medio muerto. 

Volvió a su pueblo y unos años después se casó con un guapo mozo (mi padre) que tenía "un sueldo fijo" formaron un hogar, tenían trabajo, un cerdo, gallinas, conejos ... Ella iba y venía con una bicicleta azul-claro, la recuerdo como si la viera ahora mismo ... Tenía yo tres años cuando subieron los dos, cada uno con su bici y yo en la de padre, desde Broto hasta el Balneario de Panticosa !!

Cuando llegó la hora de partir tenía 92 años, tan sólo hace cuatro que no está. Después otro dolor muy grande me hizo sumergir todos los demás, pero con el tiempo se vuelven a colocar cada uno en su sitio y emergen a la superficie, sobre todo cuando nos reunimos en fechas tan familiares como la Navidad. Ellos también están.