Cuando sea la hora.

Los recuerdos son caprichosos, no puedo decidir cuando me duelen y cuando me dan paz. Hay momentos en que los arañazos en el alma son insoportables y otros se sienten como caricias. Aquí no vale la fuerza, ni siquiera la de la voluntad. Aquí no vale el tiempo, ni siquiera los años. Aquí no valen las lágrimas porque no hay.  Lo único que hago es mantenerme en equilibrio y procurar que ningún viento me mueva para no caer. No puedo estar en la fiesta de Lanuza, me duelen los recuerdos, la alegría se vuelve contra mi como espinas, sólo de pensar que hay una misa, una ronda o un palotiau sin Marcos ... me ahogo. El año pasado creí que éste sería diferente, que abriría la puerta a la fiesta para que Lucía se encontrara con yayo en su casa, pero no puedo, no podemos; yo tengo la esperanza y la seguridad de que será ella la que tomará las riendas y marcará su propio camino ... cuando sea la hora.