Caminando por mi ruta habitual, por Escuech, en el barranco que lleva el agua de la fuente de Sarriales, había un corzo precioso bebiendo agua. No pude hacerle una foto, no me dio tiempo. En otra ocasión vi, allí mismo, una rabosa con una cola grande y esponjosa. Las que no es escapan y tienen bien controlado el barranco son las abejas. Hay colmenas en un campo cercano y por allí casi me da respeto pasar, no sea que se enfaden, desde luego ellas van a lo suyo y no les importa mi presencia... pero... me las miro de reojo. Puede salir una culebra pero no me da miedo, a pesar del repeluz que produce, porque ellas se escapan, igual que los jabalíes que seguro que hay muchos por allí, viviendo tranquilos hasta que llegue la época de caza... entonces es cuando son peligrosos, se defienden sin distinguir a quien atacan. Es el momento de cambiar de camino, nunca hay que tentar a la suerte.
Aún recuerdo la sensación maravillosa que sentí la primera vez que subí, solo, a los picos de Anayet. Primero cuando me equivoqué y creí subir a Anayet tirando hacia el monte Lapazuso, cuando en el valle retumbó el trompeteo de un gran pájaro. Luego, cuando recompuse mi rumbo, y al bajar para tomar el barranco que sube a los ibones, me topé con una marmota. Ella se quedó muy quieta mirándome, y yo con mucho sigilo saqué mi cámara y le hice unas fotos. Uno se siente mucho más cerca de sí mismo en momentos así... Qué bien tener estas pildoritas verdes tuyas...
ResponderEliminarQue bien recuerdas nuestras montañas, aunque parezca mentira las conoces mejor que yo. Mis caminos van por lo llano, como todo lo que hago.
ResponderEliminarDisfruto mucho y vivo dos veces con mis pequeñas cosas, una al experimentarlas y dos al escribirlas... y si además alguien las lee, entonces vivo tres.