CABEZAS

Años atrás, cuando empezamos a recuperar nuestras casas, el día de la fiesta, o sea, el domingo, preparábamos unos corderos y nos los asaban en una panadería. Las cabezas se comían el sábado después de hacer todas las labores de limpieza. Eso ha quedado ya como tradición. Hoy he asado en nuestro horno de leña quince cabezas de ternasco, repartidas en los dos asadores las treinta mitades. Ya le he cogido el tiento al señor horno, que como un caballo salvaje se desbocaba, ahora lo tengo bien domadito y nos entendemos perfectamente. Esta tarde será la ronda por todas y cada una de las casas, con las jotas dedicadas a sus dueños y sacaremos cosas dulces o saladas para comer y, sobretodo, vino rancio para beber. La cena en unión, todos en la carpa y el baile con el concurso de disfraces. El año pasado lo ganamos mi nuera y yo, una paletilla de jamón nos dieron, pero lo que no tenía precio fue lo que nos reímos las dos porque nadie se lo esperaba. Vestidas como madraza posesiva e hija parrandera, yo la encorría para que volviera a casa, amenazando hasta a los músicos...¡¡¡Lo que pudimos reírnos!!!... Y encima nos premiaron. En estos momentos se está celebrando algo muy serio: El Guiñote.