" NADA HAY MÁS NUEVO QUE EL AMANECER DE CADA DÍA " - EMPIEZO EL BLOG EL 3 DE JUNIO DEL 2.010 - (mi refugio)

15/2/11

INDIFERENCIA

Yo veo por la calle una corriente,
de personas que pasan sin mirar,
cada uno con su vida y, sin parar,
como agua que fluye de una fuente.

Hoy detengo la mirada, solamente
en aquel niño que cae al tropezar,
con sus ojos medio hinchados de llorar
por un golpe que se ha dado en la frente.

El pequeño, que quiere ser valiente,
y se aguanta los deseos de gritar,
con presteza se levanta de repente.

Enfadado, se detiene a preguntar:
-¿Porqué, mamá, no se para la gente
que no le importo y que me va a pisar?
                          (Trimbolera)

6 comentarios:

  1. Me has recordado a Pablo, un chico de la facultad que tuvo polio de pequeño y, más que caminar, arrastraba las piernas ayudado de unas muletas especiales. Un día, que no tuvimos clase a última hora, llegamos a la parada del autobús para Gijón a la vez que él, éramos los primeros, pero eso no importaba mucho a la hora de entrar porque todos empujaban, y yo pensé "Hoy entramos las primeras, porque vamos con Pablo...". Y cual fue mi sorpresa al ver que la gente se abalanzó hacia la puerta arrollando al chico sin ningún problema, hasta que empezamos a gritarles y hacer un parapeto para que lo dejaran subir. Fue de vergüenza y, la verdad, no me lo imaginaba, parece ser que todos los días era lo mismo, llegaba el primero y entraba el último, o tenía que esperar al siguiente autobús porque no estaba en condiciones de luchar por su plaza, la ley de la selva, vamos.

    ResponderEliminar
  2. Es tremendo como se endurece la gente sobre todo en las grandes ciudades. Cuando llegué a Madrid, no podía ver a alguien que estaba pidiendo y pasar de largo. Creo que caí en todos los trucos conocidos: El del que le han robado y no tiene dinero para volver a su casa. El que iba con la lata y necesitaba dinero para comprar gasolina. El que estaba en la estación de tren o de autobús y le faltaban 25 pesetas para sacar el billete...etc.etc. y no te cuento cuando la que pedía era una madre con su niño...
    Quería ayudar a todos. Cuando se lo contaba a mi hijo, me decía que mi ángel de la guarda me protegía, que no podía ser que sacase el monedero con esa tranquilidad y que no me lo robaran.
    Desgraciadamente y por circunstancias que os contaré otro día, me he vuelto más desconfiada; pero si puedo, sigo dándoles unas monedas a los que están pidiendo. ¡Me parece tan triste!, pienso como habrá sido su vida para que se vean en ese estado.

    ResponderEliminar
  3. Eso mismo me pasa cuando vamos al Pilar, en Zaragoza, lo paso muy mal al ver todos los que piden ... es que son tantos que me supera !!

    ResponderEliminar
  4. La historia de Pablo es muy triste, parece mentira que seamos tan insensibles en el momento en que somos grupo, pasa para todo igual.

    ResponderEliminar
  5. Imagino que es uno de los inconvenientes de las ciudades grandes, aunque también pasa en las pequeñas: cada vez nos deshumanizamos más.
    Una compañera de facultad de mi hija iba en el metro, en Madrid y comenzó a encontrarse algo mareada debido al calor. Salió del tren en la siguiente parada (craso error) buscando ayuda, pero la gente entraba en el tren o salía con prisa. Se acercó a la última chica que quedaba en el andén porque se daba cuenta de que estaba a punto de desmayarse y le pidió ayuda, pero ella la apartó. Cuando volvió en sí, unas pocas personas la rodeaban (por fin un poco de ayuda) pero.....¡le habían robado el móvil y la cartera del bolso! Pepa.

    ResponderEliminar
  6. Pero es que lo que cuentas es una pasada, en las ciudades hay mucha soledad e indiferencia, eso mismo pasa en un pueblo pequeño y salen todas las casas en ayuda.

    ResponderEliminar

GRACIAS POR TU TIEMPO.