Por la ventana.

El sol gana espacio a las nubes que, una vez descargadas de su peso, se han retirado. Por la ventana miro siempre el mismo paisaje, aunque yo cada vez lo veo diferente y disfruto de cada instante, de cada día, de los amaneceres o atardeceres. Sólo quiero que al levantarme por la mañana pueda ver esos cambios, encender la lamparilla para darle los buenos días a Marcos, hacerme un café mientras acaricio a Bolo y seguir la rutina del día. El blog es mi gran caparazón, el lugar en donde me refugio como las tortugas, ese sitio seguro en donde me siento protegida y al igual que ellas, es parte de mi. Un libro empezado es el complemento, el hábito que, como el café, no quiero dejar. 

Si miro atrás, no hace mucho, tenía muchos frentes para conquistar. Ahora, me quedo con las poquitas cosas que necesito para un viaje tranquilo. Todo eso es mi mundo. Un mundo que, dentro de poco, lo iluminará el sol de mi nieto y hará que broten flores en rincones ahora oscuros.