Todas las cabañas
iban acompañadas de un burro, cargado de las cosas que necesitaban los
pastores para el camino. En casa de Anchaime hay un cuaderno con apuntes de
muchos años, entre otros dice: Dejan el burro para ir a tierra baja con estas
condiciones: Si el burro vuelve a casa, le pagarán 3 duros de salario,(15 pts.)
y si se muere le pagaran 22 duros, (110pts.). En el mismo cuaderno dice, que en
el año 1904 vendió Anchaime 12 ovejas de vida a 22.50 pts. y una para cecina en
20 pts.
El día de llegada y después del descanso se llevaban a la
montaña de Peña Blanca, o la
Orindera o a una majada que había detrás de la Selva de Lanuza. Aquí
terminaba la misión de los tres o cuatro pastores que habían estado con ellas
desde que se fueron a tierra baja, digo que terminaba porque desde este momento
las cuidaba un solo pastor todo el verano, se solían llevar las de tres o
cuatro casas juntas, en Lanuza había ocho rebaños, en cada uno solía haber
ochocientas y pico.
En Peña Blanca estaban hasta el cinco o seis de agosto que
se cambiaban a las majadas mas altas de las montañas, durante este periodo de
pastoreo en las partes bajas y hasta el cinco de agosto, solían bajar a dormir
a los campos altos, tanto de Sallent como de Lanuza para que estercolaran la
tierra, eso se llamaba “bajar a femar”, para luego a finales del mes de agosto,
sembrar el centeno en esas fincas, las de Lanuza eran los Escarillos, las
Solinas, las Craparizas y alguno mas.
A los pastores se les subía desde el pueblo, la cena y la
merienda para el día siguiente, el pastor nunca dejaba a su rebaño solo, dormían
junto a ellas, en el mes de noviembre, cuando ya estaban cercanas al pueblo,
también dormían en los prados, era muy buen abono el estiércol de las ovejas,
se notaban los prados que habían estado, se
criaba mucha mas hierba que en el resto.
Contaban los pastores que había noches que se despertaban
con mucho calor, y al sacar los brazos fuera de las mantas, se encontraban con
un montón de nieve encima.
Las majadas altas estaban en Formigal, Pondellos, Soba, La Lagna o Piedrafita,
Piedrafita se llama al conjunto de majadas que son, Respomuso, Campoplano,
Linacantal, Larriel, los Musales. Aquí los pastores dormían en unas casetas de
piedra, con muy poco espacio pero, para una persona sola, estaban bastante bien,
aún existe alguna de esta casetas por las montañas. Aquí estaban hasta el 25 de
Septiembre, que volvían a las majadas anteriores y mas bajas para coger sitio
en estas, el 24 por la tarde se separaban unas 50 ó 60 ovejas con las cabras y
chotos, para salir al dia siguiente corriendo al sitio que querían ir, unas
veces lo conseguían y otras llegaba otro antes. Aquí estaban hasta el dia uno
de noviembre que bajaban a los montes cercanos al pueblo, la Selva , Guérdulas, el
Frondón, si antes no nevaba y había que ponerlas en los prados.
Para saber a donde iba cada rebaño y a que majada, el dia
25 de Julio, Santiago, se reunían los ganaderos de Sallent y Lanuza en un
terreno neutral, en el Zarrambucho, hoy embalsado, sitio de la perrera de
Sallent. Se ponían los nombres de las majadas escritas cada una en un
papel y se depositaban en una boina, se
hacía lo mismo con el nombre de la casa del ganadero que representaba a los
demás que llevaban las ovejas en un solo rebaño, en otra boina. Un crío sacaba
una papeleta del nombre del ganadero y otra del nombre de la majada y así hasta
el final, se escribía en un acta que firmaban varios ganaderos y se cumplía a
raja tabla, después del sorteo había ganaderos que se cambiaban la majada.
Todas estas majadas tenían unos linderos marcados que cada ganadero cumplía.
La comida para el pastor se la subíamos cada tres días,
cuando las nuestras estaban en Larriel, yo, salía de casa a las tres de la
mañana con el macho castaño, llegaba al llano Cheto, lo ataba y me cogía la
alforja al hombro hasta la majada de Larriel, se la dejaba y a las nueve ya
estaba en casa de vuelta. En otras casas tenían un chaval contratado para
subirle el recado al pastor, que así se llamaba la comida.
Un año tenían en casa de Cacho contratado a Jesús de Portolés,
tenía unos 12 años, estos chavales se llamaban repatán o rebadán , el mayoral que así se llamaba al
pastor, le preguntaba al repatán cuando llegaba a Respomuso con el recado: ¿ zagal,
has almorzao? No, contestaba el zagal, pues mira -le replicaba el mayoral- ¡ El
que de casa viene, almorzao viene y el que a casa va, a comer va!. Así trataban
los pastores a los repatanes, este se llamaba Restituto, pero la próxima vez
que le subió el recado, antes de llegar, se comió el almuerzo.
Unos diez días antes de marchar a Tierra Baja, se invitaba
a cenar a los pastores una noche en cada casa de los dueños que tenían ganado
en ese rebaño, les daban lo mejor que cada uno tenía y para postre había la
costumbre de hacer torta de chichones, te
chupabas los dedos. Se hacía con harina, manteca de cerdo,
canela y anises, estas cenas eran como homenaje a la larga temporada que tenían
que pasar fuera de casa.
Me acuerdo que en
los años 50 cuando subía mi padre de los montes del Bajo Aragón donde estaban
las ovejas a pasar las Navidades a Lanuza, se subía dentro de una maleta una
lata de aceite de 10 o 12 litros camuflada, estaba racionada como muchos de los
alimentos de primera necesidad.
A mediados del mes de Junio, se esquilaban. Había un grupo de hombres en
Lanuza que hacían este trabajo, iban de casa en casa y al final cobraban un
tanto por oveja. La lana se vendía bastante bien, un año la compró un señor
toda la del pueblo, a 50 pesetas el kg. y cuando vino a recogerla, la pagó a 55
pesetas porque dijo que se había subido. ¡Que detalle! Esto era en los años cincuenta, en estos
tiempos ya no hay personas de esa calidad.
Estos eran los
esquiladores, de izquierda a derecha.
Angel de Policarpe, José de Turón, Antonio de Aneta, Sr.
Ramón de Duque, el de la bota José de Anchaime, Mariano del Rey, Avelino
Bergua, ganadero, Ramón de Atanasio y su hijo Luís, el del choto José de
Diego, Emilio de Cayetano y Perico de Arruebo.
Angelines cada día me emociono más,hay mi padre q.bonico con el choto....
ResponderEliminarMe guardo la fotografía.Besicos ¡Guapa!
Que guapa estaba allí tu padre !!!
EliminarSigo con mucho interés todos estas interesantísimas narraciones de las antiguas costumbres de Lanuza y sus entornos. Es una fuente documental de primera mano que creo deberías registrar en la propiedad intelectual (es muy sencillo y barato). Hay material para novela, cine, documentales...
ResponderEliminar¡Estos relatos, auténticos, vividos, son un tesoro!
recibe mi cariño y admiración.
De todas esas cosas ya se ocuparán mis hijos. Yo quería tenerlo en el blog y compartirlo antes de que me de ... un patatús !!!
EliminarGracias Chela, besicos.
Todo es muy interesante y se puede comprobar lo dura que era la vida en esos años en los pueblos, es impresionante, !!que diferencia con la vida de hoy en dia!!!!
ResponderEliminarRealmente está tan bien contado que te imaginas realmente lo que sucedía.
Me encanta que lo compartas con tod@s en tu blog.
Un fuerte beso desde la otra punta que seguro te llegará volando porque aquí hace un viento tremendo.
Me gustan estos relatos muchísimo, ya que muchas cosas de las que cuenta me recuerda a mi padre con sus ovejas, cambiando el corral para que el ganado abonara la tierra, días de tener que dormir en la majada y sobre todo los esquiladores y el sonido de las tijeras. Esa foto es un tesoro,
ResponderEliminarGracias por compartir todos estos recuerdos. Besos.
¡Qué maravilla de relato! Lo has descrito con tanto detalle que parecía estaba viendo una película con esos paisajes tan maravillosos que tenéis por esas tierras que yo solo conozco de visita turística. La gente tan "currante", seria y cumplidora de las leyes que se habían dado. Todo un detalle el cambio del precio de la lana por el comprador para beneficiar a los vendedores. ¡Qué mundo!
ResponderEliminarFeliz fin de semana :)
El zagal espabiló y almmozó antes de subir :))
ResponderEliminarMi madre contaba que en el 51 cuando nací, se terminó el racionamiento del pan...tenía otros dos hijos más de 2 y 4 años.
Cuantos recuerdos hay en estos escritos.
Un beso.
Precioso relato, ya de otros tiempos, que como dice Chela, sería muy interesante que los registraras, ya que este tipo de relatos se dan en muy pocas ocasiones.
ResponderEliminarAl final os he hecho caso,la he protegido.
EliminarBieeen, ahora ya no te puedo yo robar el relato y decir que lo he encontrado en un baúl en Bailo, en casa de mi padre.
EliminarLas costumbres y el modo de vida van cambiando y las nuevas tecnologías han entrado en nuestras vidas haciendo que se olviden profesiones y oficios que hace solamente unos años eran imprescindibles.
ResponderEliminarPor eso tiene tanto mérito el esfuerzo de Marcos por conservar la memoria de esas costumbres.
Sus relatos tienen el valor añadido de que están llenos de sentimientos y de un profundo cariño y respeto por Lanuza y sus gentes.
Estoy segura que si hubiera tenido más tiempo, hubiese seguido escribiendo, seguro que todavía tenía muchas más cosas que contar.