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28/7/15

Códices miniados

El miniado de los libros es un arte anterior a la invención de la imprenta que ha dado obras de gran belleza. Los códices Virgiliano, Emilianense y Áureo son algunos de los más antiguos códices miniados que se conocen en España, tienen casi mil años. Alfonso X mandó componer algunos extraordinariamente fastuosos, con gran derroche de oro y plata. Cada una de sus miniaturas (miniar, miniado) es una obra de arte. Muchas de ellas  representan escenas de la vida cotidiana, por lo cual constituyen un testimonio visual que nos permite reconstruir la Historia.

5 comentarios:

  1. Obras de arte, donde el tiempo invertido no importaba. Filigranas rezadas para la eternidad de los tiempos.

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  2. Menos mal que están guardados y bien conservados, para goce de los visitantes y los historiadores

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  3. Las miniaturas siempre llaman la atención y más si es una obra de arte. Abrazos

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  4. Las ilustraciones de los códices miniados son conocidas como miniaturas. Esto no se debe a su pequeño tamaño, sino a la palabra minio con la que se designaba al pigmento que se utilizaba antiguamente para marcar las letras iniciales del texto.
    En la Edad Media, los monasterios se convirtieron en focos de cultura. La importancia de un centro monástico era directamente proporcional con la calidad y la cantidad de los libros que se copiaban y de los fondos de su biblioteca, que se convertían así en el más preciado tesoro. Un copista experimentado era capaz de escribir del orden de dos a tres folios por día. Una obra completa era trabajo de varios meses. Hasta aquí el trabajo de escritura, porque posteriormente entraban en juego los iluminadores, que eran los encargados de dibujar miniaturas e ilustraciones del libro, en cada uno de los espacios dejados en blanco por el copista.
    No es de extrañar pues la siguiente anotación que encontraron al final de un códice medieval: "Si alguno se lleva este libro, que lo pague con la muerte, que se fría en una sartén, que lo ataquen la epilepsia y las fiebres; que lo descoyunten en la rueda y lo cuelguen"
    El fragmento de la novela El nombre de la rosa, en el que Umberto Eco nos cuenta como Guillermo de Baskerville se expone al fuego por salvar de las llamas unos cuantos libros no es mera ficción. En 1237, en el monasterio de Vorau (Estiria): la biblioteca se incendió y el prior lanzó los libros por la ventana, uno tras otro, hasta que pereció devorado por el incendio. Sacrificó su vida por salvar manuscritos irremplazables. A día de hoy esos códices se conservan y aún se puede apreciar en ellos los márgenes chamuscados.

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