El sol y la buena temperatura levanta el ánimo y, sin buscar excusas, empiezo a desmontar las tulipas de la lámpara del comedor. La veo ahora tan brillante que, me siento satisfecha y me la miro cada vez que paso por debajo. La tenemos desde que bajamos de Lanuza, treinta y tres años ... y si no se rompe durará otros tantos. Todo cambia, pero a mi me gusta lo que tengo porque, son cosas, sí, inanimadas, pero se les coge cariño y con suerte volverán a estar a la última, la moda es una espiral, como un reloj cuyas saetas pasan y pasan infinitas veces por el mismo punto.
Yo estoy intentando desprenderme de ese cariño a los objetos, porque soy muy exagerada para eso y todo me trae recuerdos y todo me da pena tirarlo, salvo lo que es sólo mío, eso me da igual. No siento apego por las cosas, pero sí por lo que me traen a la memoria y no quiero que mi hijo herede lo que yo llamo "lastre sentimental". Si yo tengo cariño por un montón de objetos de casa de mis padres, mi marido por otro millón de cosas de los suyos (que tienen para aburrir de cosas), a eso añadimos lo que nosotros hayamos podido tener en su momento, se me vuelve loco el niño. A pasar de todo, a vivir con la mochila y fuera con todo lo demás, que si hay un incendio salve al perro y se quede tan tranquilo. Pero la lámpara es preciosa y ahora tiene luz de primavera, como debe ser.
ResponderEliminar¿Sabes cuando es un lastre de verdad los cientos de cosas de un lado y otro? Cuando hay que hacer un traslado ... entonces es la locura. Imagínate lo que cabe en una casa de pueblo con su falsa, bodega ... y tener que ponerlo en un piso !! Eso es una tragedia. La pobre lámpara indefensa, allí colgada, aunque está pasada de moda ... allí seguirá si no se cae sola.
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